Entrevista realizada por Alex Pérez Caballero en El Piscolabis el 2 de noviembre de 2015:

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Silvia Bañares es abogada de derecho alimentario, doctora en derecho y profesora universitaria. Trabaja, sobre todo, asesorando a empresas del sector agroalimentario y defendiéndolas de denuncias, o en otros litigios. También trabaja con consumidores, pero bastante menos. Los consumidores, para hacer reclamaciones o defender sus intereses legales, normalmente utilizan otras vías, tales como las oficinas de consumo o la organizaciones de consumidores, que ya cuentan con sus asesores. A nivel autonómico o estatal existen diferentes organismos que regulan el consumo y que reciben y gestionan las quejas o reclamaciones.

Las empresas, para tener más fuerza en algunos temas, se asocian o federan, tanto a nivel nacional como internacional. Pero cuando tienen que afrontar un problema legal suelen reclamar la ayuda de abogados especializados como Silvia. Afortunadamente para todos, y cada vez más, las empresas se plantean estrategias preventivas, no sólamente defensivas ante las denuncias que les puedan interponer.

Generalmente se estudian muy bien los mensajes que se dan en las campañas de promoción y los textos que se incluyen en el etiquetado. Hay agencias de comunicación y publicidad que cuando elaboran campañas le piden consejo para saber si las propuestas presentadas a las empresas cumplirán con la legalidad vigente.

En esta entrada Silvia Bañanes nos explica temas muy interesantes sobre legalidad alimentaria y nos presenta su libro 1169 preguntas y respuestas sobre el etiquetado de los alimentos.

Sobre la precisión de las palabras

El contacto con Silvia Bañares y conocer su libro fue debido a que personalmente tenía una inquietud desde hace tiempo: el uso de las palabras. Fruto de esa curiosidad contacté con Marta Vila, una lingüista que trabaja en el Campus de l’Alimentació de la Universitat de Barcelona, coordinando diversos proyectos: en la Unitat UB-Bullipèdia, y en la Unitat d’Estudis i Recerca en Ciència i Cuina. Le planteé una serie de cuestiones al respecto. A Marta le llegó una invitación a la presentación del libro y pensó que me podía interesar. Eso es trabajo en red

El uso de las palabras, en el ámbito legal de la alimentación, está muy delimitado y cerrado. Los mensajes de salud (claims) que pueden utilizar las marcas están regulados de forman exhaustiva. Originariamente, los claims se plantearon y trabajaron en inglés. Posteriormente se tradujeron a las diferentes lenguas, puesto que en la UE, todas las lenguas oficiales tienen la misma fuerza legal.

Es cierto que se permite cierta flexibilidad a la hora de transmitir los mensajes de salud, pero no demasiada. Las empresas saben que tendrán máxima seguridad legal si se limitan a usar los términos lingüísticos al pie de la letra, y que si se mueven demasiado de esos márgenes, pueden tener algún problema legal.

¿Hasta que punto el consumidor interpreta correctamente las palabras que la legislación permite utilizar en los claims? 

La legislación alimentaria tiene que armonizar los intereses del consumidor, la empresa y la administración. A nivel normativo se ha tenido muy en cuenta la opinión de la administración pública y la de las empresas. Pero falta conocer en profundidad la percepción del consumidor, es decir, saber cómo interpreta el consumidor los mensajes de salud. Hay proyectos, financiados por la propia UE, que intentan conocer esta aspecto, por ejemplo FoodRisC o Clymbol.

Creo que sería muy interesante que las organizaciones de consumidores trabajaran en este sentido. La posición que ocupan en este triángulo amoroso puede ser crucial en la defensa de los intereses de ciudadano que compra y consume alimentos.

Por definición, el consumidor medio es la persona que está medianamente atenta, informada y es perspicaz. El consumidor medio no es ni la entrañable Sra. Pepita, ni una doctora en nutrición. Y a las personas que no están atentas, ni informadas, ni son perspicaces se les debe de proteger.

Silvia dice que siempre se habla de los derechos del consumidor. Pero también es importante hablar de sus obligaciones. El consumidor debería preocuparse en formarse e informarse mínimamente. Si compras unas galletas altas en fibra por considerar que te van bien para tu estreñimiento crónico, pero son altas en sal y tienes hipertensión, tu decisión no es la más acertada.

Las etiquetas no se pueden convertir en una “biblia” (por tamaño) de información. Hay que intentar simplificar, sin que falten datos relevantes. Al consumidor no le gusta que la letra sea tan pequeña, pues a veces se hace difícil su lectura.

Lee la entrevista completa aquí.